La ascensión
al trono del rey escocés Jacobo IV como Jacobo I de Inglaterra
(reinó entre 1603 y 1625) unió las coronas de Inglaterra
y Escocia. Era hijo de la prima de Isabel, María I Estuardo.
Los puritanos estaban cada vez más insatisfechos con la Iglesia
de Inglaterra, a la que consideraban demasiado católica.
En 1605, la Conspiración de la Pólvora, un complot
católico que tenía como objetivo la voladura del Parlamento,
confirmó los recelos ingleses hacia Roma. La inquietud religiosa
alcanzó su punto álgido cuando el antipuritano William
Laud se convirtió en arzobispo de Canterbury entre 1630 y
1640.
Durante el reinado de Carlos I (entre
1625 y 1649) se produjo el enfrentamiento entre el rey —defensor
de una monarquía por derecho divino—, y el Parlamento,
que insistía en mantener la independencia de sus derechos.
El presidente del Tribunal Supremo, Edward Coke, apoyó la
decisión parlamentaria de procesar a los ministros del rey
(1621) y contribuyó a crear la Petición de derechos
en 1628 que, al igual que la Carta Magna, obligó a Carlos
I a admitir limitaciones en su autoridad.
El Parlamento Largo utilizó
la crisis para conseguir el control sobre el gobierno. Liberó
a los prisioneros políticos y arrestó y ejecutó
al arzobispo Laud y a Thomas Wentworth, primer conde de Stratford,
culpándolos de dirigir la política del rey.
La guerra civil
La división nacional se exacerbó
todavía más cuando Carlos intentó arrestar
a algunos miembros del Parlamento acusados de conspiración.
Al fracasar esta acción, los partidarios del rey abandonaron
el Parlamento, mientras que la parte restante, los puritanos, hicieron
entonces una llamada a las armas; Carlos también reunió
sus fuerzas. El enfrentamiento era inevitable; en octubre de 1642
se sostuvo la primera batalla en Edgehill.
Los parlamentarios ganaron finalmente
la Guerra Civil inglesa gracias al apoyo de Escocia y, sobre todo,
debido al liderazgo militar de Oliver Cromwell, que creó
las unidades militares que servirían de base para el Nuevo
Ejército. Con el apoyo de estos nuevos regimientos, Cromwell
depuró el Parlamento de todos los miembros opositores. El
Parlamento Rabadilla (o Parlamento Corto) llevó a juicio
a Carlos I que fue ejecutado el 30 de enero de 1649; abolió
la monarquía y la Cámara de los Lores y estableció
un régimen republicano (o Commonwealth) en Inglaterra.
El régimen de Cromwell
Se creó un nuevo Consejo de
Estado que dependía del Ejército y, ante la escasa
legitimidad del Parlamento Corto, Cromwell se convirtió en
el dueño de la situación. Entre 1649 y 1651 sometió
a Irlanda y Escocia, que se incorporaron a la Commonwealth. En 1653
disolvió el Parlamento Corto, cansado de su oposición.
Tras el experimento del Parlamento Barebone, que se disolvió
en diciembre de 1653, un texto adoptado por el Consejo de Estado
y apoyado por el Nuevo Ejército (conocido como Instrumento
de Gobierno), el único intento en la historia británica
de una constitución escrita, confió el poder a Cromwell
con el título de lord protector de la República de
Inglaterra, Escocia e Irlanda. Cromwell aceptó una segunda
cámara en el Parlamento y el derecho a nombrar a su sucesor,
pero rechazó el título de rey.
La Ley de Navegación (1651)
provocó las Guerras Anglo-holandesas de 1652 a 1654, con
las que Inglaterra obtuvo algún éxito. Jamaica fue
arrebatada a España en 1655. En alianza con Francia, las
fuerzas inglesas vencieron en la batalla de las Dunas en 1658 y
tomaron Dunkerque, en Francia.
El protectorado se colapsó
tras la muerte de Cromwell en 1658, y su hijo, Richard Cromwell,
se mostró incapaz de conseguir el respeto del Ejército.
En la confusión que siguió, el general George Monck,
comandante en Escocia, marchó sobre Londres, volvió
a reunir al Parlamento Largo, y preparó la vuelta del exilio
del hijo mayor del rey Carlos I.
La restauración monárquica
Inglaterra dio la bienvenida a Carlos
II en mayo de 1660 e intentó que las cosas fueran como en
1642.
En 1673 la Test Act excluyó
a los católicos de los cargos públicos. (Véase
también Test Acts) La conjura papista de 1678 y la acción
de no incluir a Jacobo, el hermano católico del rey, en la
sucesión al trono, mostró dos tendencias políticas
en formación: los whigs, que defendían la supremacía
del Parlamento y solicitaban la exclusión de los católicos
del trono inglés y los tories, que eran anglicanos, partidarios
de la prerrogativa real y no se oponían a Jacobo, siempre
que ofreciera garantías en el terreno religioso. El rey murió
en 1685, y el trono pasó a Jacobo.
La restauración fue una reacción
contra el puritanismo en el plano moral y en el ámbito literario,
aunque El Paraíso perdido, escrito por John Milton, apareció
en 1667 y El viaje del peregrino de John Bunyan fue publicado entre
1678 y 1684. En 1662 Carlos instituyó la Sociedad Real para
promover el estudio de las ciencias naturales. Tras el incendio
de Londres, en 1666, Christopher Wren reconstruyó la ciudad.
La Revolución Gloriosa
Jacobo II pronto perdió la
buena voluntad con la que había iniciado su reinado. Sus oponentes,
incitados por la Declaración de Indulgencia (1688), favorable
a los católicos, y por el nacimiento de un hijo —lo
que posibilitaba una sucesión católica— pidieron
a Guillermo III de Orange, un protestante, estatúder de los
Países Bajos y marido de la hija mayor del rey, María,
que salvaguardara la herencia de su esposa.
Después de que Jacobo huyera
a Francia, Guillermo formó un gobierno provisional. En 1689
el Parlamento concedió la corona a ambos solidariamente.
Esta revolución se llamó la Revolución Gloriosa
porque, al contrario que entre 1640 y 1660, fue pacífica
y tuvo éxito; el Parlamento se convirtió en soberano
e Inglaterra prosperó. Fue una victoria conjunta de los principios
whig y del pragmatismo tory. Los Dos tratados sobre gobierno (1690)
de John Locke dieron a estos hechos una atractiva justificación
teorética.
Aquellos que no juraron fidelidad
a los nuevos reyes recibieron el nombre de jacobitas. Después
de la masacre de Glencoe, en Escocia, y la batalla de Boyne, tras
la que aumentó la represión hacia los católicos
en Irlanda, Jacobitas y católicos se sometieron.
El último Estuardo
Con Guillermo (que gobernó
en solitario tras el fallecimiento de la reina María en 1694),
Inglaterra participó en la guerra de la Liga de Ausbsburgo
(1689-1697) y en la guerra de Sucesión española (1701-1713),
para frenar las ambiciones territoriales de Luis XIV, rey de Francia.
La primera guerra sólo consiguió que Luis reconociera
a Guillermo como rey de Inglaterra. En la segunda, la victoria de
John Churchill (más tarde primer duque de Malborough) en
la batalla de Blenheim en 1704, demostró que Inglaterra era
de nuevo una potencia que debía ser tenida en cuenta en Europa.
En 1693 Inglaterra creó un
sistema de deuda pública permanente y al año siguiente
se estableció el Banco de Inglaterra para garantizar su amortización.
Los Dos tratados y Ensayo sobre el
entendimiento humano (1690), basado en el empirismo y en el sentido
común, de John Locke, y los Principios de Isaac Newton (1687),
que integraban las leyes del movimiento con la teoría universal
de la gravedad, dieron a Inglaterra un lugar destacado en el mundo
del pensamiento.
Unión con Escocia
Antes de que la joven hija de Jacobo
II, Ana, llegara al trono en 1702, todos los hijos de ésta
ya habían muerto. Para evitar el retorno de los estuardos
católicos, el Parlamento aprobó en 1701 el Acta de
Establecimiento, que asignaba el acceso al trono a la electora protestante
Sofía de Hannover (nieta de Jacobo I) y a sus descendientes.
En un principio, los escoceses reivindicaron el derecho a elegir
su propio sucesor de Ana, pero los éxitos militares ingleses
en el continente europeo les hicieron cambiar de opinión
y aceptar la Union Act de 1707, cuyo resultado fue la fusión
de ambos reinos y la creación del Reino Unido de Gran Bretaña. |